jueves, 24 de octubre de 2013

#JOSELITO

POR: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO


Una mención no es lo mismo que un hastag. La primera, ilusionante, personal y efímera; la restante, de carácter social, marca la historia y rubrica para los anales lo que un conjunto de corazones demócratas ha querido plasmar en la red social. Un hastag marca la atronadora diferencia de un grupo libre que elige esa opción. Jerga twittera sin más. Un trincherazo no es lo mismo que una trincherilla. La primera, por el derecho; la “illa” por la mano de la verdad. Argot taurino, también sin más.

Ambas comparaciones legítimas dentro de su campo de trabajo y estudio. Las dos comprensibles dentro de sus círculos y cada una de ellas respetables siempre y cuando se conozcan perfectamente las consecuencias que puede conllevar su uso tanto en su propio contexto como fuera de él.

Decir que Joselito impuso el temple y Belmonte el orden no es ni bueno ni malo: todos sabemos que es mentira. Ni José comenzó a torear despacio ni Juan dio un giro de tuerca a la organización de la lidia al inicio de sus respectivas carreras. Fue justo al contrario. Al de Gelves lo mató un toro en Talavera, pero el trianero sí que pudo desarrollar en sus años de alternativa ese giro radical que Gallito impuso en su concepto taurómaco justo antes de morir. Es decir, que observando que lo que Joselito intentó plasmar en su toreo era positivo, años después Belmonte lo incorporó al suyo. Pura verdad: que José y Juan, aun siendo innovadores, se quedaron para sí con todo lo bueno anterior. No desecharon nada.

Si bien el ímpetu de aquellas dos raíces de la tauromaquia florece en el concepto actual, la forma de alcanzar aquello no se basó sino en un tomadaca de lo viejo y lo nuevo, guardando para sí los aspectos positivos por los que hasta entonces la Fiesta se distinguía para introducir sus nuevos aires renovadores. Eso fue, quizá, lo que diferenció e hizo prodigar la acción de dos pilares del concepto artístico que el siglo XXI porta. Por tanto, mi pregunta es la siguiente, ¿sería buena, por mucho que un periodista (mi mayor respeto hacia esta bendita profesión, que será la mía), una radicalización total en el concepto que tenemos de la tauromaquia? La historia creo que ha contestado negativamente.

Si Belmonte supo enfrentarse a sus contrarios en su época, también Joselito organizó, dotó de seriedad, impuso su propia personalidad y supo ver claro el futuro incierto que sus contemporáneos no veían. Y todo eso sin desechar los valores que se habían conservado hasta entonces. Se quedaron con lo mejor echando a un lado o simplemente dotando de un nuevo sentido la parte más amarga del toreo (en su caso, el toreo en movimiento o “sobre los pies” y la desorganización de la faena, fundamentalmente).
Moverse sí, pero con los pies bien asentados en el suelo. Comparar Gijón con La Puebla es hacer lo propio con Dios y un gitano. En la tarde norteña se anunciaron y corrieron toros, se disputaron a sangre y fuego la vida dos toreros y la muerte estuvo presente durante dos horas de espectáculo emocionante. La muerte y la emoción, dúo y conjunto necesario. Qué quieren que les diga: a mí no me representa un festival en cualquier pueblo. Buen postre o aperitivo, pero no suculento manjar.

Apliquemos esto a la realidad actual y nos saldrán las cuentas. Ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos: simplemente quedémonos con lo mejor, que es mucho, y expongamos nuevas ideas. Y entre lo mejor está la emoción, la chispa, el jugo, el arte que surge y la entrega, que avienen a través de la casta, la bravura y, por qué no decirlo, el valor de los toreros. Yo sólo sé que todo eso fue lo que una tarde Gijón vivió esta temporada. Y por el ejemplo de Gijón entienda usted, querido y sabio aficionado, los restantes carteles en los que tres toreros y seis astados hacen acto de presencia con la verdad por delante. Y lo reitero: verdad.

Lógica evolutiva: quedarse con lo mejor -desechando lo peor- para seguir avanzando con nuevas ideas. Pero con una base, que no es otra que los adjetivos anteriormente mencionados. Ni más, ni menos. Y en la diferencia, y en hastag, -que no mención-, está el gesto social, está la verdad. La que impuso Joselito sin desechar todo lo bueno que los inquisidores de su sociedad le recomendaron.

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