Por: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Rara y mezquina enfermedad asola el ocaso septembrino de la temporada. Todo parecía en aparente apacibilidad cuando, he aquí la sorpresa, llegó el nuevo septiembre en que la cobertura informativa de las novilladas es envuelta en la falsa cobertura triunfalista del nuevo concepto del indulto. Dos certámenes primordiales, -Arganda y el epílogo de Villaseca de la Sagra-, marcan el día diez y un “Pescadero” ‘pesca’ la bravura imaginaria que se merecían las promesas septembrinas.
Tres dudas en apenas diez días: ¿en realidad Mérida, Tomelloso y Albacete , -he visto las tres faenas-, merecieron el ambicioso presente de pasar a la historia? ¿Creen realmente que Fernando Domecq, Niño de la Capea y Daniel Ruíz padrearán con “Taco, “Valenciano” y “Pescadero” respectivamente? La emoción peligra, la base taurómaca que sustenta el espectáculo nos la podemos estar cargando si encajamos la cabeza en el éxtasis triunfalista que quita verdad y seriedad al espectáculo.
El pozo sin fondo de nobleza que ayer demostró “Pescadero” no basta para perdonar una vida que, por la cabezonería de no entrar al caballo, no tuvo siquiera la oportunidad de demostrar su bravura a pesar de ser indultado. Sí lo hizo su nobleza, cualidad esencial y primordial para ratificar la bravura del astado, pero no único ingrediente que pueda revelar esta última. La nobleza vestida de oro nada vale si la cuadrilla plateada de la codicia, la ligazón, la clase, la emoción y, por ende, la casta van tras de ella 237 kilómetros separaron el límite entre la lógica “esperpentificada” y la lógica rebajada de categoría. 237 kilómetros separaron los nuevos y esperanzadores derroteros de la Fiesta y el decaimiento del premio más valioso que existe en la tauromaquia. 237 kilómetros separaron el “escándalo lógico” del trapío y el de la nobleza pasada por bravura, cuando ésta es tan sólo un ingrediente mágico para llegar a ella, pero no el único condimento necesario para decir que un toro es bravo. 237 kilómetros separaron Villaseca de Albacete.
Que el consistorio defendiera la tauromaquia por caprichito de su alcalde sería un atraco a la democracia, pero que el Ayuntamiento toledano defienda el toreo porque es la pasión de sus habitantes es un canto a la libertad lógica de la Democracia. Que cunda el ejemplo de esta villa toledana y de su consistorio, valiente y cuerdo defensor no de la tauromaquia por sí sola, sino de la inquietud artística de sus ciudadanos, que es el toreo.
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